De M. Victoria Valverde no sabemos mucho. Los que la conocieron
decían que era pequeña, sencilla, entregada y trabajadora, sin llamar la
atención. Quizás hasta débil... Acompañaba y guiaba a las niñas y a sus
hermanas con un amor impresionante, como una verdadera madre. Lo que sí
nos cuentan de ella con seguridad es que era una mujer enamorada de
Dios, de los niños, de su Congregación. Su corazón soñaba con amores, de
los que llenan el alma de verdad, aunque esa alma sea pequeña y débil.
Si el amor es fuerte se puede entregar hasta la vida, aunque se tenga
miedo y se sufra.
Por M. Victoria le damos hoy gracias a
Dios. A Él le cantamos porque no premia el brillo de las obras sino el
amor con que se hacen, tal y como enseñaba el Padre Faustino. El
testimonio de M. Victoria es un canto a la vida que se entrega por quien
se ama. Ella amó sin medida, como su Divino Maestro, hasta dar la vida.
La Iglesia reconoce su entrega por el Evangelio al proponerla para ser
beatificada el día 13 de octubre en Tarragona.
fuente: institutocalasancio.es
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